Las empresas modernas tienen muchas preocupaciones. Desde encontrar la manera ideal de comercializar sus productos, pasando por el cuidado de su imagen en las redes sociales, siguiendo por la forma más eficaz de ahorrar costes sin perder calidad, hasta la forma más acertada de retener talento y motivar asu plantilla, todas las empresas suman múltiples comederos de cabeza a su agenda diaria. Y si a eso le añadimos asuntos más densos, como la búsqueda de capital, estrategia tributaria, planes de expansión… nos damos cuenta cada vez más que el liderazgo de una empresa debe estar en manos de valientes con imaginación.
Pero sea el que sea el reto a superar, hay uno que destaca sobre los otros, y lo hace en todos los casos: la gestión de talento.
En el término ‘gestión’ incluimos, entre otros asuntos, la formación, optimización y retención. En este artículo, nos centraremos en la optimización y la retención.
Como es sabido, el coste empresarial de la mano de obra es alto en nuestro país. Y cuando le sumamos la inversión en horas de formación para el puesto de trabajo, ese coste aumenta. Entonces entra en escena la optimización. En este caso, definiremos este término con una fórmula matemática: O = (P-A) * M
La O es el resultado de Optimización, al que llegamos restando el índice de Absentismo al de la media de Productividad, y multiplicando por la Motivación.
Como la productividad no es una estadística estándar que se aplica por igual en todas las empresas, nos centraremos en las dos variantes que en general sí pueden medirse de forma pareja.
El absentismo puede deberse a muchos factores, pero cuando entre ellos predominan las bajas debidas a lesiones producidas en el ámbito laboral, es claro que el otro índice también se ve influenciado; es difícil que uno esté motivado si percibe su puesto de trabajo como un factor que afecta negativamente a su salud. Por lo tanto, el efecto multiplicador se multiplica, valga la redundancia.
¿Qué pasa si logramos una reversión en dicha percepción del puesto de trabajo? ¿Qué sucede cuando, de forma sorprendente, nuestra labor diaria nos aporta una visión positiva sobre nuestra salud y estado de ánimo? Entonces entra en juego una nueva clave matemática: la multiplicación por M, pasa a ser por M2.
Claro, porque ahora resulta que nuestra jornada laboral, además de aportarnos el sustento familiar, nos aporta un beneficio físico y mental; nos aporta salud. Y como la salud se suele referenciar al deporte, se trata de transformar el puesto de trabajo en un área de entrenamiento. Obviamente no convertiremos el ratón en unas mancuernas, ni la silla en una elíptica, pero sí enseñaremos a nuestro cuerpo a sacar rendimiento de cada instante en el que está despierto. Como lo haría un deportista de élite, ya sea de tenis, golf, baloncesto o ajedrez, se trata de aprender y practicar una serie de técnicas que mejoran nuestro rendimiento, ahorran energía, y evitan lesiones que puedan apearnos del campeonato.
La motivación, al aumentar de forma considerable, hace que la optimización de la fuerza laboral sea un índice al alza.
Pero ahí entra en juego un factor que hasta ahora no habíamos ponderado. Un factor que podemos llamar huérfano, y que, si bien no es parte de la conversación habitual del empresario, sí está presente en su subconsciente. Ese factor se denomina «Satisfacción Laboral.»
No sabemos si existe un método para medir la satisfacción que siente una persona por estar trabajando donde lo hace, y por brindar el servicio que ofrece. Pero sabemos que para el cliente es fácil reconocer este factor cuando está presente. Se convierte en la esencia de la recomendación, en la anécdota positiva principal a compartir, en la base del comentario en las redes, y en el recuerdo más persistente de la experiencia vivida.
Dicha satisfacción no solo se queda en el trabajo, sino que se comparte con el entorno familiar y de amistad. Al ser un factor de salud, afecta positivamente a las actividades personales, sociales y familiares, generando bienestar. Y así, la percepción del puesto de trabajo como una de las fuentes del bienestar genera lealtad, gratitud y confianza.